EDITORIAL
Las tendencias de la moda son el instrumento que usan los diseñadores para interpretar el alma de las mujeres. Por ejemplo, Calvin Klein, que persiste en nuestro desorden y caos interior y le da vida al minimalismo; Gucci, por otro lado, entiende que el aburriemiento y la sexualidad reprimida nos carcome y los neutraliza con una pasarela sensual y provocativa. Nosotros respondemos a este mensaje dando lugar a la aparición de una nueva tendencia. Desde el punto de vista colombiano es la razón por la cual unas mujeres se identifican con un Hernán Zajar o, por el contrario, con una Silvia Tcherassi.
Claro que a la hora de elegir nuestro clóset las cosas son bien distintas. El impulso de compra para una noche de discotecas puede ser el de unos pantalones de cuero bien pegaditos o una minifalda con un top de lentejuelas. Otro es el de la vestimenta de todos los días. Vestirse para ir a la oficina, a la universidad o al supermercado no tiene nada que ver con las tendencias o mercadeo. Tiene que ver con la manera con que queremos que el mundo nos vea. Por eso, sin querer ofender a nadie, la minifalda no tiene cabida en las oficinas. No hay que mostrarle al jefe que tenemos lindas piernas, sino que somos eficientes y buenas en el trabajo; tampoco en el supermercado pues en cada agachada dejamos bizcos a los dependientes.
El mejor ejercicio para entender el verdadeor concpeto de la moda es el de mirar objetivamente las que consideramos nuestras mejores fotos, donde uno se sienta bonita, sin tener nada que ver con si está o no al último grito de la moda. La ropa le da tono a la foto, no porque ésta sea de moda, sino porque le queda bien a la persona según su figura y su edad. De eso se trata, de que cada mujer encuentre qué le queda bien.
Se acusa a la moda de esclavizar a las mujeres, pero es al contrario, la moda debe ser esclava de las personas. Un closet de mujer es la mejor biografía de su vida, es un repaso de su historia: los jeans desteñidos y las minifaldas de los 20's, época de irresponsabilidad y ganas de vivir la vida. El blazer azul de la primera entrevista de trabajo que hoy la sorprende por conservador, y el vestido rojo de tiritas, tan sexy, pero que le recuerda al novio que le destrozó el corazón, son algunas prendas de su closet que responden a estados de ánimo contradictorios y a facetas distintas pero que finalmente identifican a una persona.
Ninguna prenda en particular logra reflejar del todo el ser auténtico de una mujer. La ropa de la vida diaria, por ejemplo, puede distrosionar la personalidad. La ropa que selecciona otra persona, como en el caso de una mamá para una hija, una estilista para una actriz que caracteriza un personaje, logra hacer desaparecer la personalidad. Al contrario, la ropa que nosotras escogemos es el mejor indicador del verdadero ser: el espejo del alma.
La ropa es una posibilidad de corregir imperfecciones de un cuerpo que finalmente no escogimos, de camuflarse para un mudno, que sólo juzga por las apariencias o una carta de presentación para impersionar.
LILA OCHOA.